Actualmente hay cerca de 50 proyectos públicamente anunciados que se extienden a lo largo de Chile. Hay desafíos asociados a innovación y a la incorporación de tecnologías afines, pero también a generar capital humano avanzado con los conocimientos necesarios.

Hace tres años Chile adquirió el compromiso de convertirse, en 2050, en un territorio carbono neutral, lo que ha impactado en la actualización de la política energética nacional, donde el uso del hidrógeno ha cobrado relevancia gracias al potencial que existe en el territorio para producirlo, por su riqueza de energías renovables. Como parte de la Estrategia Nacional de Hidrógeno Verde (H2V), anunciada en 2020, desde el Gobierno se encuentran trabajando en el Plan de Acción 20232030, el cual busca definir la hoja de ruta para el despliegue de la industria. Actualmente está en su fase de audiencias y talleres participativos en modalidad presencial y online para generar espacios de diálogo con la ciudadanía.

“Tenemos la convicción de que avanzar hacia una transición justa requiere de legitimidad social, conciliar el desarrollo económico con las sensibilidades de las comunidades, el respeto de la biodiversidad y el medio ambiente”, explica Marcos Kulka, director ejecutivo de la Asociación Chilena de Hidrógeno (H2 Chile). Asimismo, con el lanzamiento de la estrategia se establecieron metas que incluyen “tener 5 GW de capacidad de electrólisis en operación o en construcción al 2025, lograr costos de producción menores a US$ 1.5/kg al año 2030, y ser uno de los principales exportadores de este energético a nivel mundial al año 2040”, señala Catalina González, investigadora del Centro de Transformación Energética de la Universidad Andrés Bello. En ese sentido, la académica hace un buen balance de los avances de proyectos de H2V en el país, destacando los aportes que ha traído en materia de movilidad y en la minería.

Proyecciones locales

Según cifras de H2 Chile, actualmente hay cerca de 50 proyectos públicamente anunciados en carpeta, y se encuentran en diferentes etapas de desarrollo.

“Dichos proyectos están orientados tanto para uso local como para exportación, y se concentran principalmente en las regiones de Antofagasta y Magallanes”, complementa Kulka. Este año será importante porque varios proyectos avanzarán en sus etapas de ingeniería, algunos comenzarán con las solicitudes de permisos sectoriales e incluso otros con los medioambientales, adelanta Patricio Lillo, profesor de Ingeniería en Minería de la Universidad Católica, y ante eso, dice, hay “mucha expectación”.

Además, el análisis de los expertos plantea que las nuevas iniciativas están orientadas a producir amoníaco verde (NH3V) para fines de exportación, ya que este derivado del hidrógeno verde facilita el transporte del H2V con un menor costo.

En ese sentido, para Juan Ignacio Acevedo, gerente de Estrategia de Wholesale & Investment Banking de Bci, las inversiones “no solo se verán asociadas a la producción del H2V, sino también a nuevas necesidades y ecosistemas en las zonas que puedan dar respuestas a dichas demandas, que surgirán desde servicios de hospedaje, restaurantes, colegios, clínicas, modificación de puertos para la exportación del H2V y la recepción de las turbinas eólicas”.

El rol de la innovación

En el ecosistema local, la innovación juega un rol importante, y justamente ahí está uno de los mayores desafíos: que esa innovación efectivamente ocurra y se aplique, plantea Lillo, haciendo énfasis en que hay necesidades específicas del hidrógeno que tienen que ver con el transporte y el uso de tecnologías asociadas al amoníaco donde hay oportunidades y gran potencial para innovar.

Además, para avanzar en el desarrollo de las energías limpias “se necesita capital humano capacitado, que pueda cubrir la cadena de valor en los ámbitos de producción, distribución, almacenamiento, servicios y todas las soluciones para el mercado de las energías libres de carbono”, sostiene Rodrigo Lobo, gerente general adjunto de FISA.