Diario Financiero

REDUCIR EL DESPERDICIO DE ALIMENTOS: UNA TAREA URGENTE

La FAO ya ha advertido que en América Latina se pierde cerca del 30% del total de la producción de alimentos al año, considerando las etapas de postcosecha, procesamiento, comercialización y consumo.

Según datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por su sigla en inglés), cerca de 220 millones de toneladas de alimentos se pierden cada año en América Latina entre la postcosecha y el procesamiento, lo que equivale a cerca del 12% del total de la producción. Si consideramos también los desperdicios, que corresponden a las etapas de comercialización y consumo, el porcentaje que perdemos y desperdiciamos se acerca al 30% de la producción total de alimentos para consumo humano.

Por otro lado, el crecimiento poblacional es un tema no menor: se espera que para el año 2050 la población mundial alcance 10.000 millones de habitantes, según estimaciones de las Naciones Unidas. Esto conlleva a un aumento de los terrenos habitacionales y, lógicamente, a una reducción de los terrenos productivos para alimentos.

“Dicho escenario plantea el desafío de ser más eficientes en la producción de alimentos y mejorar la calidad alimentaria, para que con menor volumen tengamos una alimentación adecuada. Allí es donde el concepto de la recuperabilidad de los alimentos se vuelve un factor importante”, plantea Eduardo Araos, director comercial de Aliace.

La Fundación Retroalimenta, una de las organizaciones que ha impulsado la lucha contra el desperdicio de alimentos en el país, en 2020 ya hablaba de cerca de 3,7 millones de toneladas de comida que se pierden cada año en Chile.

Sin embargo, la industria poco a poco ha ido articulando esfuerzos para que la comida no llegue a los basureros, y hoy ya son varios los agentes, proyectos y emprendimientos que buscan dar solución en distintos países.

“Una buena práctica, por ejemplo, es preferir alimentos de buena calidad que están por vencer”, comenta Nathalia Silva, gerente técnico del primer Gran Sistema Colectivo de Gestión (GRANSIC), Resimple, que busca dar cumplimiento a la Ley de Responsabilidad Extendida del Productor (REP).

Silva cuenta que actualmente existen plataformas de ecommerce y marketplaces donde las tiendas y restaurantes ponen a disposición la comida que no vendieron durante el día para que puedan ser compradas para consumo, pero a precios reducidos. Es una modalidad que en

Europa es muy común y que en Chile está tomando fuerza.

Acá, sin embargo,“falta aún mucho por avanzar”, dice la ejecutiva.

Según investigaciones de la Fundación EAT, nuestro sistema alimentario representa alrededor del 30% de las emisiones de gases de efecto invernadero y es el mayor consumidor de recursos de agua dulce, lo que convierte a la producción mundial de alimentos en el mayor impulsor de la degradación medioambiental, a partir de la tala de bosques para la agricultura, provocando la pérdida de la biodiversidad y utilizando pesticidas que llegan a nuestros océanos.

“En nuestro caso, tenemos un fuerte control de mermas, derrames o desecho de alimentos, evitando que alcancen el 0,05% de la producción. Esto, mediante sistemas de corte automático de derrames, concientización del personal que trabaja en las plantas de envasado, y destinando las mínimas mermas existentes a empresas que las retiran para su posterior reutilización”, cuenta el director comercial de Aliace sobre las estrategias que están impulsando para aportar en ese sentido.

Araos agrega que parte de sus objetivos apuntan a que, para los próximos tres años, la firma proveedora del sector pueda transformarse en una “empresa verde” a través de la reutilización del plástico de los envases utilizados en sus productos.“Para eso ya estamos en conversaciones con nuestros proveedores”, asegura.

Y es que así como el desperdicio de comida provoca también la pérdida de recursos y energía, si los restos de los envases y embalajes terminan directamente en los vertederos de basura para luego ser incinerados, se generan aún mayores cantidades de gas metano y de efecto invernadero que impactan seriamente en la capa de ozono.

Por eso, Nathalia Silva dice que es clave tener una mirada sistémica “que permita no solo reducir los residuos que generan las empresas, sino además optimizar los procesos de reutilización y reciclaje de recursos, y así vuelvan a incorporarse, prolongando el ciclo de vida de los productos”. Frente a eso, recuerda que la tecnología y la innovación son aliados.

La gerente técnico de Resimple apunta que esto se está dando en el rubro de los restaurantes en Chile, y en mayor escala en países como España, que hoy prefieren productos de consumo reciclados y proveedores locales con la finalidad de reducir la huella de carbono.

“Así, las empresas ayudarán a reducir desperdicios, tendremos más personas alimentadas y la comunidad podrá contar no solo con más alimentos, sino a un bajo costo y un mundo más limpio”, concluye Araos.

FOOD & SERVICE

es-cl

2022-09-25T07:00:00.0000000Z

2022-09-25T07:00:00.0000000Z

https://pressreader.df.cl/article/281522229956532

Diario Financiero